REVISIÓN- Hojas de hierba de Walt Whitman


Estados Unidos, país de la convivencia paradójica: democracia y discriminación, tiene un pasado no tan desigual de la actualidad. En 1955, fecha de tensión entre blancos y nativos, lugar para leyes sobre la esclavitud, fue también, en contraposición a los eventos, un año cumbre (podría decirse de exaltación prematura) para el escritor Walt Whitman (1819-1892).

    Años atrás, un acontecimiento literario, no de influencia sino del conocido causa-efecto, hizo que Whitman considerase su proeza. En un ensayo titulado The poet del estadounidense Ralph Waldo Emerson, publicado en 1844, que trata sobre la nueva visión del arte poético frente al contexto de dicho país, uno se imaginaria al poeta leer las siguientes palabras: “Nuestros negros e indios, nuestras almas y nuestras repudiaciones, la ira de los bribones y la pusilanimidad de los hombres honestos, el comercio del norte, la siembra del sur, el claro occidental, Oregón y Texas, aún no han sido reconocidos”.
    
    Comprendió que para realizar tal complejidad era necesario no ver al mundo desde lo macro, desde esa especie de mito que se hace tan patéticamente heroico y, en efecto, de una superficialidad exagerada. No, sino una épica que fuera desde su primer signo, un individuo que es el mundo dentro de otro mundo y así sucesivamente.
    
    Así pues, en 1855 publica su obra personalísima (por no decir democrática, dado la filosofía del autor), Leaves of Grass (al castellano: Hojas de hierba); y, bajo esa percepción de construir literalmente una épica desde la multi-cotidianidad, Whitman no acaba con su poemario hasta el día de su muerte, tras editar y agregar poemas tan fieles a su voz interna.

Hojas de hierba
    
    “He cantado al cuerpo y el alma, la guerra y la paz, he cantado las canciones de la vida y la muerte, y las canciones del nacimiento, y he probado que hay muchos nacimientos”.
    
    Con estas palabras el poeta no sólo es un hombre que ve, siente y pregona, es por su gracia y revelación un ser incorpóreo, pues se presenta una suerte de omnipotencia. Su poesía no es un ejercicio individual, de simples palabras con sentido estético reposando en las hojas de un libro cualquiera; en cambio, como él mismo asegura en sus versos:
   
    “Oirás lo que te llega de todos lados y lo tamizarás.
   
    Tanto que se dirige a sus lectores, y les dice:
    
    “Quédate conmigo este día y esta noche y serás dueño del origen de todos los poemas”.
    
    Whitman le canta a quienes no han “nacido aun”, Whitman es amigo y amante sin imposición, pues él está “a tu lado” colocando palabras de vida que anuncian “un nuevo mundo” y, dando paso a su epopeya “Canto de mí mismo”, del cual todos los personajes y anécdotas que da vida en palabras terminan siendo él mismo, revela las alegrías y sufrimientos compartidos.
     
    Consiente de ser afortunado por nacer y por tener conciencia de la muerte, sus versos se funden con la naturaleza y allí se consuela con el amor desinteresado. Polémico en el mensaje sexual de sus poemas, pide “publicad mi nombre y colgad mi retrato como el del amante más tierno”. Tan libre como sus versos, el poeta está con su lector sobrepasando los límites del tiempo y el espacio, y como si llegase la curiosidad del porqué la existencia de Hojas de hierba, dice que este puede ser:

Un niño, el recién nacido de la tierra (…)
O un jeroglífico uniforme, que significa: crezco por igual en las regiones vastas y en las estrechas,
Crezco por igual entre los negros y los blancos,
Canadiense, piel roja, senador, inmigrante, a todos me entrego
Y a todos los recibo.

VERSIÓN LEÍDA
Hojas de hierba de Walt Whitman.
Buenos Aires, 1969.
Editorial Lumen.

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