REVISIÓN- El RUIDO Y LA FURIA DE WILLIAM FAULKNER
La llamada Gran Guerra en Europa, que
finalizó en 1918, dio origen a un profundo cambio a lo que refiere el poder
económico mundial. Los mercados internacionales fueron aprovechados por países potenciales,
como lo fueron Japón y Estados Unidos (desvinculados con la Primera Guerra
Mundial), ya que los europeos se centraban en el consumo de productos militares
dado el contexto. Los vencedores de la Guerra impusieron medidas contra los perdedores
que, sobre todo, ocasionaron pérdidas económicas y un nuevo orden geopolítico.
Estados Unidos fue el país que aprovechó el
momento. Durante nueve años a partir de 1920 la producción del país fue
acelerando; armamento y todo tipo de producto revolucionario relacionado a lo electrónico,
fue la materialización de una industria en crecimiento. Pero esos años pasaban
tan rápido, en medio de un contexto exterior muy diferente, y sobre todo, de
unos años que parecían tan flotantes que podían ser arrastrados por el viento…,
que el tiempo hizo lo suyo.
En 1929 comenzaría La Gran Depresión que,
desde la caída de la Bolsa de Wall
Street de Estados Unidos, se propagaría a gran parte del mundo. Las causas son
varias, entre ellas el exceso de confianza y la falta de prevención frente a un
mercado especulativo y desesperadamente consumista. El hecho es que dejó a una
población estadounidense (la menos favorecida) en la ruina, y sin esperanzas,
luego de pasar unos años felices que los alzaba como sociedad prospera.
Durante ese periodo de tiempo, y ya con la
aproximación hacia la innovación artística nacida del mismo caos del siglo XX,
William Faulkner (1897-1962) publicaría una (posiblemente la primera luego de
ya publicar algunas) novela que marcaría la cúspide en su carrera literaria, trascendiendo
en la literatura universal.
Titulado The Sound and the Fury (1929), el escritor y poeta estadounidense
hace referencia a la tragedia de Macbeth (1606) de William Shakespeare, en
específico al Acto V, Escena V. Siendo el último acto de la obra teatral,
Faulkner elegiría el diálogo de Macbeth para imaginar, en parte, esa ficción tan
desorbitante y frustrada para ser realizada en su totalidad.
Macbeth pregunta el origen de unos ruidos
dentro del castillo. Le aclaran que son gritos de mujeres. A lo que el
protagonista principal de Shakespeare responde:
“Casi
he olvidado el sabor de los miedos: hubo un tiempo en que mis sentidos se
enfriaban de oír un grito en la noche, y mi pelo se erizaba ante un cuento de
miedo y se movía como si tuviera vida. Me he hartado de horrores; lo terrible,
familiar para mis pensamientos de la matanza, ya no puede sobresaltarme ni por
una vez. ¿Por qué han sido esos gritos?”.
Y luego de saber que su esposa (reina) ha
muerto, continua diciendo:
“Debía
haber muerto más adelante: habría llegado el momento para tal palabra: mañana,
y mañana y mañana, avanza a ese corto paso, de día a día, hasta la última
sílaba del tiempo prescrito: ¡apágate, apágate, breve candela! La vida es sólo
una sombra caminante, un mal actor que, durante su tiempo, se agita y se
pavonea en la escena, y luego no se le oye más. Es un cuento contado por un
idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nada”.
El sabor de los miedos, el harto por los
horrores, el deseo por un mañana de tiempo prescrito, la vida como cosa que se
apaga durante el tiempo por su mal paso, hasta desintegrarse; lo absurdo, el
ruido y la furia, que aparenta no significar nada en palabras de cualquiera. Éstos
son los elementos que en parte se orienta la obra de Faulkner.
El escritor mencionó que El Sonido y la
Furia la escribió cinco veces distintas. Surgido de un sueño que lo angustiaba:
la historia de dos mujeres bajo la sombra de una herencia familiar sureña (los
Compson) que se va degradando, tanto económica, ética y psíquicamente, al lado
de una familia de sirvientes negros que sobreviven y sobrepasan las
contingencias.
Imaginado como un cuento, primeramente con
la narración (monólogo interno) de un discapacitado mental, nos detalla el
inicio de una infancia (1910) que va muriendo (1928). Los otros capítulos de la
obra van alineándose dependiendo del personaje que narra la historia. Cada uno
a su manera, a su decodificación de la realidad que ellos viven. La novela es
narrada por todos los hermanos Compson, menos la cuarta parte que está
presentada en tercera persona.
“Un
hombre es la suma de sus desgracias; un día crees que las desgracias han
abandonado la partida, pero entonces el tiempo se convierte en tu mayor
desgracia”.
El tiempo en El Sonido y la Furia es fundamental
para la estética y la filosofía de este relato. En él está presente el espacio
que se metamorfosea por el trascurrir; se recrea una realidad sin juicios y
proyectada como cosas neutras y carentes de interpretación; o son presentadas
como un alambreado de eventos que se pierde en las palabras, tal remolino de
pensamientos que se desborda en la turbación.
“Todos
hablaban a la vez, sus voces insistentes y contradictorias e impacientes, convirtiendo
la irrealidad en una posibilidad, luego en una probabilidad, después en un hecho
incontrovertible, como lo hace la gente siempre que convierte los deseos en
palabras”.
Así pues, Faulkner nos aborda a una
historia simbólica, en algunos aspectos, de la “frustración a la eternidad”, de
una familia de antaño que ha sido dominante en su pueblo, el condado ficticio
de Yoknapatawpha y Jefferson. Adolorida por
la pérdida de su poder, el linaje de los Compson va muriendo mientras que su
descendencia se va perdiendo por la alienación de la degradación, necesaria en
gran medida.
El Sonido y la Furia “podría tratarse de todo el tiempo y la injusticia y la pena unidas y
aulladas en un instante por una conjunción de planetas”, pero es también una
narración desvinculada a la decadencia: la última y no menos importante, unos
seres humanos que son espectadores y que además viven la misma (y peor) tragedia
que pretende ser eternizada tortuosamente; sin embargo, esa familia de negros
(marginada, humillada) que está presente en la novela, al fin y al cabo,
desprovistos de un historial que los detalle a profundidad, al final:
“Ellos
perduraron”.
VERSIÓN
LEÍDA
El Sonido y la Furia de
William Faulkner.
Colección Historia
Universal de la Literatura.
Editorial La Oveja
Negra, 1984.
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