REVISIÓN- LA NÁUSEA DE JEAN-PAUL SARTRE
Eternizado por un
fluido Amanecer de Monet, la comuna francesa Le Havre fue lugar de labores para
el filósofo francés, Jean-Paul Sartre (1905-1980). Como maestro de escuela
(1931-36) ambuló por los canales y puertos marítimos, caracterizado por ser una
urbanidad de vieja arquitectura, de ventarrones y de potencialidad cultural que
le influyeron para proporcionar la esencia de la ciudad ficticia de Bouville,
lugar donde se desarrollará la historia de su primera novela.
Sin embargo, fue con sus estudios sobre la
fenomenología de Husserl que a tiempo escribía su relato y segunda obra
ensayística titulada La transcendance de l'égo
(1936), haciendo una transición filosófica hacia su propio existencialismo
que pronto seria cumbre en El ser y la nada (1943) y que, como estimulante, se
vería anticipada en su novela La Nausée (1938).
Ya conociendo a su compañera de vida (amor
ya debilitado en sus últimos años), Simone de Beauvoir, con quien llevaría una
relación amorosa y filosófica, radicaría a su vez esa contingencia vivencial
que sería llevada a la ficción.
Tentado por nombrar a su primera novela como
“Melancolía I”, alusión directa de un grabado del alemán renacentista, Albrecht
Dürer, no sería poca la influencia que Sartre tomaría de esta obra para
proyectar los dilemas del humano frente a lo que lo rodea, destruyendo así esa afirmación
kantiana de que el sujeto es quien da forma (simple y llanamente) a la
realidad; Sartre, como escritor primeramente ensayista luego novelista, le
daría vida a esa fractura entre la realidad y el sujeto, con lo que vendría
siendo el pensar en la reformulación de esos valores.
Un ángel reposando en el suelo tal hombre
perdido en la ciudad, pensando en lo huérfano del espacio, y, en efecto, de su
existencia; esto sería la descripción del grabado “Melancolía I”. Aquí cabe
decir una frase parafraseada del filósofo griego Aristóteles, sobre el posible
pensamiento de Dios: un eterno pensar en pensarse. No obstante, ¿quién es él
(ángel), lo necesario o lo contingente? ¿Quién existe y fluye, y quién no
existe y es inmutable?
Tal vez Sartre pensaría en ello, miles de
formulaciones podrían hacerse sobre el nacimiento de una idea, de lo que
podemos estar seguros es que su Ser partió de la Nada. Valga la Náusea que le
provocó al saber que la existencia tiene que purgarse del “falso” esquema:
esencia luego existencia.
La
Náusea
Antoine Roquentin es un biógrafo que vive
en Bouville con un objeto que le da sentido a su vida, escribir sobre el
Marqués de Rollebon. Sin embargo su estadía se va haciendo un absurdo con los
objetos que llegan a su vista; va descubriendo un malestar cuando observa
ciertos hechos. Roquentin nos habla por medio de su diario, da prueba subjetiva
de su día a día, y sobre esas cosas que no llega a comprender del todo.
Habla del pasado como un refugio, no
obstante, se queda en la nada. El personaje de Sartre es solitario y fugaz (a
pesar de parecer estar eternizado en sus pensamientos). Y como si no fuese poco
rescatar a un hombre partiendo de unos documentos robados (enigmáticos), cartas
del Marqués de Rollebon, Roquentin recurre a los biógrafos que no dieron con
toda certeza en la personalidad de ese personaje del siglo XVIII, cuyas
características son tan infames que es descrito como inteligente y
presumiblemente feo, a pesar de llamar la curiosidad de las mujeres burguesas.
Pero Roquentin se pierde en la ciudad, no por desconocimiento de las calles y
avenidas, sino por los objetos que le rodean y que a la vez le hacen sentir
algo en su propio Ser.
Al fin que reconoce su problema, y dice:
“Tanto cuesta imaginarse la nada. Ahora sabia: las cosas son en su totalidad lo
que parecen y detrás de ellas… no hay nada”.
El juego de la existencia surge con el
pasado, el hombre no puede conocer al otro mientras el primero desconozca su
propio Ser.
“¿Cómo yo que no he
tenido fuerzas ni para retener mi propio pasado, puedo esperar salvar el del
otro?”. Arraigo al pasado frente a la revelación del presente.
Para entender a Sartre hay que abolir esa
teoría religiosa creacionista que parte como la ficción de un escritor
cualquiera: esencia-luego-existencia. Pasa en el arte, Roquentin visita un
museo y ve los cuadros, juzga en uno de ellos que la realidad plasmada tiene
que ser vista con detalle, que la dimensión explicita es una falacia y que lo
implícito es la verdad, la cual sólo conoce el hombre en sí mismo. Ocurre con
su personaje a duras de ser eternizado en un libro biográfico, pues dice:
“Podía imaginarme sus facciones como quisiera,
quizá hasta con más facilidad que antes. Sólo que ya no era sino una imagen en
mí, una ficción”.
Roquentin tiene un problema (además de un
amor lejano), y es esa “cosa” que no termina de entender. Para el lector
entiéndase que todo es cuestión de interpretaciones, que las exposiciones con
la realidad son aparentemente absurdas en nuestro consiente, y que el pasado es
otro aspecto que quiere ser recuperado, como si fuésemos objetos nostálgicos
hasta el asco. Sin embargo, La Náusea es una novela positivista, que radica en
el radicalismo (valga la reiteración) de la libertad una vez conocida la
existencia (con potencialidad de ser más que el Ser presente) y la que nos
rodea.
Al fin que tal vez, sin percatarnos de todo esto, escuchemos una
vieja canción de jazz popular que diga:
Some
of these days
You'll
miss me honey.
Y en nuestra soledad comencemos a pensar
en…
REFERENCIA
La náusea de Jean-Paul
Sartre.
Obras Maestras del
Siglo XX, Edición de 1983.
Editoriales: La Oveja
Negra y Seix Barral.
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